Pero también riesgos: clima, precios internacionales y costos que se mueven rápido.
Por: Sebastián Salvaro – Co-founder y director de Simpleza SA
El girasol viene sumando protagonismo en la foto global del agro. En los últimos cinco años, su producción mundial creció de manera sostenida, empujada por varios factores: demanda de aceites más saludables, expansión en países líderes y recuperación de zonas que habían quedado fuera del mapa productivo por conflictos o problemas climáticos.
Según datos del USDA y de consultoras privadas, el volumen global pasó de 50,2 millones de toneladas en 2021 a 56,3 millones en 2025. Un salto del 12 % en apenas cuatro años. ¿Quiénes están detrás de ese crecimiento? Tres jugadores centrales: Rusia, Ucrania y la Unión Europea. Juntos concentran más del 70 % de la producción mundial.
Hoy, el podio del girasol no deja lugar a dudas:
En total, la superficie mundial ronda las 26,4 millones de hectáreas. Y hay una tendencia clara: más países ven en el girasol una opción rentable y con buena salida comercial. Turquía y Argentina también integran este grupo que gana peso en el mercado global.
Detrás de estos números hay razones de fondo. La principal es la demanda de aceite vegetal saludable. En mercados como Europa, India y China, el aceite de girasol se percibe como una alternativa menos saturada que el aceite de palma y con mejor perfil que el de soja.
Además, los biocombustibles ganan espacio. Algunos países europeos están mezclando aceites vegetales en su matriz energética y eso mete presión adicional a la demanda.
A todo esto se suma la innovación genética: híbridos más rendidores, con mejor tolerancia a sequía y más adaptados a distintas zonas. Esto permitió que países como Rusia y Ucrania empujen rindes y reduzcan costos.
Mientras tanto, en Argentina pasa algo interesante. El girasol recuperó terreno después de años de quedar relegado frente a soja y maíz.
La Bolsa de Cereales de Buenos Aires proyecta que en la campaña 2025/26 se siembren 2,6 millones de hectáreas. Es un salto del 18 % frente al ciclo anterior y está 30 % arriba del promedio de los últimos cinco años. Es, de hecho, la segunda mayor área sembrada en dos décadas.
¿Qué lo explica? Varias cosas:
El lado no tan bueno es que, pese al aumento de superficie, la producción nacional bajaría a 4,3 millones de toneladas, frente a las 5,1 millones del ciclo previo. ¿Por qué? Se proyectan menores rindes en el sudoeste bonaerense y en La Pampa, dos zonas claves que todavía arrastran déficit hídrico.
Este recorte impacta en las exportaciones: el saldo de aceite bajaría de 1,275 millones de toneladas a 1,150 millones. En términos de participación global, Argentina pasaría de 9,7 % a 8,4 % en el mercado mundial de aceite de girasol.
1. Clima y área internacional
Rusia amplió su área a 10,1 millones de hectáreas y Ucrania mantuvo sus 5,8 millones. Si el clima sigue acompañando en Rusia, el mercado puede ver más oferta de la esperada. En cambio, en Ucrania persisten riesgos: lluvias irregulares y los problemas logísticos derivados de la guerra pueden limitar la salida al mercado.
2. Superficie argentina en expansión
El regreso del interés por el girasol se confirma con las 2,6 millones de hectáreas proyectadas. Para muchos productores del norte del país, el cultivo vuelve a ser una opción rentable y menos riesgosa que la soja.
3. Demanda bioenergética y exportaciones
Europa e India siguen siendo claves. Solo India absorbe ya el 23 % del comercio global de aceite de girasol. Argentina tiene una posición estratégica: es proveedor confiable cuando el Mar Negro enfrenta conflictos.
El escenario es mixto: por un lado, más área sembrada y buena demanda internacional; por otro, menores rindes y precios que pueden moverse mucho. Para el productor, la clave será ajustar la estrategia comercial:
FUENTE: HORIZONTE A
Fecha: 07/09/2025